LA GEMEBUNDA PROCESIÓN
En algunos textos del y sobre el siglo XVII se describen escenas en las que, en la antecámara del Rey, o más bien en las del valido de turno, se acumulana arbitristas y demandantes de toda suerte y condición, esperando, a veces eternamente, el turno para ser recibidos en audiencia y explicar "lo suyo". Al final se constituía una especie de procesión de mendicantes, veteranos esperando una pensión, pleitadores por tenuta y posesión, clérigos a la caza de sinecuras, o memorialistas de pelajes varios, cual aquel famoso que iba a secar la bahía de Ostende a base de esponjas. En estos días turbios que corren en España, días que algún día se reputarán como los de nuestra vuelta al Antiguo Régimen, se vuelve a reproducir esta gemebunda procesión cabe el Palacio, hilera risible de fantoches que, cuatro siglos después, siguen atosigando al Poder y preguntan "¿qué hay de lo mío?".
El Poder, hoy como entonces detentado por gentes muy por debajo de lo que el cargo exige, miente, engaña, manipula y deforma. Y roba. Hoy como entonces roba.
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