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CARTAS MARRUECAS

MARTA COMO SÍNTOMA

Vaya por delante mi pesar por el asesinato de esta chica. Estoy convencido de que su asesino confeso y cuantos por acción u omisión hayan tenido que ver con esta barbaridad tendrán un juicio justo. Tambien estoy convencido de que, sea cual sea la condena, será  ínfima en comparación con la pérdida. En un país en el que la pena de muerte no existe, la cadena perpetua no se considera, las penas no se cumplen más que en una mínima parte, los menores de edad no responden en absuluto por sus maldades, y los beneficios penitenciarios se reparten por pan y mostillo, es imposible que estos sujetos paguen por lo que han hecho. Se me dirá que la pena de prisión es para rehabilitar, y contestaré que no creo que quien ha sido capaz de semejante salvajada sea reinsertable o rehabilitable. Debe ser apartado o extirpado del cuerpo social como lo que es: un demonio.

Dicho lo cual me planteo que este no es sino el primero (o segundo), caso de lo que estoy seguro se convertirá en una larga y dolorosa sucesión de hechos luctuosos. Los españoles, y sobre todo las generaciones más jóvenes, han quedado compeltamente huérfanos de referencias morales. Se han criado en una atmósfera de nula exigencia intelectual, laboral, académica, ética y éstética. Prima la vagancia, el feísmo, la vociferación, la blasfemia en no pocas ocasiones y un hedonismo de litrona, pirula, peta y tuning. Se fornica a unas edades a las que hace dos generaciones se andaba jugando al burro. Toda autoridad y dsciplina andan hechas unos zorros, y la que peor, la paterna. Se les bombardea con una salmodia de todo vale, nada es mejor que nada, no existen jerarquías. Así, en la niebla más espesa, transcurre la vida de millones de jóvenes en España. No es raro que algunos centenares colisionen, y que de ellos, algunas decenas se hundan.

2 comentarios

cartasmarruecas -

Amiga Natalia: te voy a poner un claro ejemplo de esto que estamos comentando. Yo voy, casi todos los días, a un centro deportivo a las afueras de Pamplona. Puedo asegurarte que la cháchara de la gente (casi todos en la treintena o cuarentena) en los vestuarios masculinos da ganas de echarse a llorar. No pretendo que aquello parezca los Jardines de Academo, pero te aseguro que se oyen las más horrísonas blasfemias como muletillas habituales. Como le suelo decir a mi hermano, dejan a toda la corte celestial hecha un estercolero. Hace veinticinco años estos juramento eran mucho más raros. La gente tenía un cierto respeto, aunque no fueran precisamente devotos. Pe3ro ¿qué se puede esperar de un país cuyos referentes cultorales son "Gran Hermano", "Aida" y el tonto de Wyoming?.
Dan ganas de agarrar la botella y ponerse gallardón.

Natalia Pastor -

Hay una absoluta falta de valores morales y éticos, que conducen a esta degeneración en la que está sumida la sociedad española, y por ende,la juventud.
Sin disciplina de profesores y padres,(que es algo carca y retrógrado...),el colegueo,el sexo a edades en las que mi época se jugaba con muñecas, lleva a que estas generaciones no estén imbuidas de la cultura del esfuerzo y el sacrificio,del trabajo y la dedicación,si no de la cultura de la botellona y el desparrame.